Hace muchos años, en alguna remota isla donde ahora niños malnutridos fabrican móviles, vans y otras mierdas que hacen nuestra sociedad tan grandiosa; un par de indígenas llegaron a la conclusión de que jugarse miembros del cuerpo en las apuestas tan comunes en aquella época dejaba de ser productivo cuando no tenías piernas para montar un caballo ni brazos para lanzar unos dados; así que harían algo igual de absurdo y con una carga de arrepentimiento similar: se marcarían el cuerpo con tinta permanentemente.
Siglos después, marineros de tol mundo decidieron importar estas tonterías a la cultura occidental, y así es como hoy en día vemos todos esos pigmentos caramente insertados en la piel de gente de todas las edades (entre 15 y 20) en el metro, conciertos y en el piccadilly. La gente que sabe de esto suele dividirlos por el estilo del dibujo. No obstante, yo sé con certeza que los tatuajes deberían dividirse del siguiente modo:
· Los que ves en el metro. Llevados orgullosamente por ecuatorianos y gente que vivió la mili como un viaje a Talayuelas, son pequeños, verdes después de que el tiempo y el sol hayan (increíblemente) empeorado la irregular linea negra que recorría tu brazo con motivos tan recurrentes como una espada, el nombre de la compañía de cuando cumpliste los diecinueve en Algeciras/Chihuahua o incluso el nombre de tu novia de aquél tiempo. De este palo.
· Los que llevan los bakalas. Si quieres hacerte un tatuaje y alguien te dice NO, EN EL FUTURO NADIE TE CONTRATARÁ; no les hagas caso. En el futuro; el carnicero, el fontanero, el reformista, el revisor del metro, la policía y (Dios no lo quiera) tu médico tendrán los brazos significativamente llenos de estrellas huecas, y si ahorraron lo suficiente en polen y farla, incluso su puto nombre en letras góticas.
· Los que llevan las mujeres. Pequeños pero no todavía desgastados, se encuentran ocultos en alguna parte de su cuerpo que empezarán a enseñar en el momento en que tengan hecho el tatuaje (seguramente antes de él, nunca hubieran enseñado la espalda). Hadas sentadas en la luna, claves de Sol, partituras, lagartijas... ¡todo un mundo de monocromas calcomanías eternas!
· Los que lleva la gente del palo. Enormes, coloridos, bonitos, y seguramente tan carentes de sentido alguno como los anteriores. Robots, calaveras de azúcar, carpas, anclas, relojes de arena, golondrinas, vírgenes y otros símbolos que resultan absurdos si no sabes nada de tatuajes llenan los cuerpos de estos chavalines que esperan (esperamos) no arrepentirnos de lo que hicimos cuando escuchábamos música violenta allá en nuestra adolescencia (desde luego el chaval que tiene la F de Famous en la pelvis, lo hará).
Y todo este sarcasmo hipócrita viene a que mañana me empiezo el réquiem por mi padre, mi sobaco va a sangrar mucho y mi cartera, más. Un abrazo plástico y que suda tinta, compañeros.
14 Comments:
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Esta post-adolescencia que nos hace tatuarnos y perforarnos cuando la mayoría le teníamos pánico a las inyecciones que nos ponian de pequeños...
Sin embargo, reconozco que lo del requiem es tierno; aunque reconoce que también podrías pintar un cuadro.
Arrr marinero, arrr.
No hace falta firmar.
!!!!