Si me pusiera a contar todo el dinero que me he gastado en entradas de conciertos de 5€, quizás con éste podría haberme comprado una Playstation 3. Y gracias a Dios, elegí la opción correcta: fui a todos esos conciertos, donde aprendí cosas de la vida, la muerte y el punk rock que ni siquiera Beakman pudo enseñarme. Cosas totalmente inútiles fuera de un concierto, como por ejemplo, cómo ser el más guay. Lo jodido es que a medida creces, tu perspectiva de ser guay cambia radicalmente y a cada etapa que pasas te arrepientes más de haber estado siquiera en la anterior y eres más nazi. Por eso os voy ahorrar el avergonzaros de vosotros mismos, simplemente tenéis que no seguir esta timeline:
· El nuevo. A los conciertos de 5€ siempre va la misma gente. Siempre. Conocidos y amigos de conocidos. Te darás cuenta cuando vayas a un concierto solo y veas que eres el único, porque todos los demás se conocen y llegan y se van juntos (incluyendo al grupo que toca). Estás increíblemente fascinado ante lo guay que es toda esta gente y cuantísimo te gustaría ser su amigo, pero rápidamente te das cuenta de que es imposible porque no llevas la indumentaria apropiada y para ellos ni siquiera existes. Obviamente si eres tía esto no se aplica porque se van a rifar tu coño. Esta última frase podría estar en todas mis entradas por cierto.
· El niño que se pega. Una vez hayas quitado la nieve del porche y cortado el césped de la señora McCallister, ya te habrás agenciado ropa parecida a la de la gente que viste en el concierto. Me gustaría recalcar el parecida, porque en realidad no tienes ni puta idea de estilo y crees que con ir de negro ya basta para ser guay. Pero no. No obstante, nada te detiene, has olido algo del mundillo y eso te lo tendrán que arrebatar de tus frías y muertas manos. Ahora, cuando vas a los conciertos, tu camiseta de Green Day funciona como armadura contra tu vergüenza inicial y contra los codazos y chorritones de sudor que suelten otros nenes como tú. Cuando ves un nuevo, te enorgulleces de haber abandonado su estamento.
· El guay de la primera fila. Tras meses (quizás años) de codazos y flato, el espíritu santo se te ha aparecido y te ha hecho comprender lo ridículos que suelen ser los pogos o moshes (lo mismo, sólo que en estos últimos la gente canaliza toda su rabia y tristeza interior en pegar puñetazos al aire y ocasionalmente, a alguien que pasa por ahí). Tú ya no haces eso, no. Eso lo hacen los niños que se pegan, esos tan molestos ante los que no dudas en mirar con mala cara y chasquear la lengua desde la primera fila cuando se tropiecen contigo. Tú no estás por eso. Tú estás ahí para escuchar la música. O eso dices, aunque de esto último no tengas ni puta idea.
· El flipao pedante. Has ido a decenas, si no cientos, de conciertos. Puedes recordar la primera vez que Avenues and Silhouettes tocaron en Valencia, y los debuts de muchos grupos que todavía no te explicas como pudieron llegar a comerse una mierda. Eras el nuevo. Ahora conoces a todo el mundo (excepto a los nuevos y los niños que se pegan). Pero tienes una serie de inconvenientes: odias a todo aquél que esté en un escalón inferior a ti y ahora que sabes (algo) de música, cruzarte de brazos en primera fila te da más ganas de vomitar que los codazos que te daban cuando te pegabas. No te queda más que quedarte en tu casa despotricando contra los grupos de 5€ en tu blog mientras escuchas los de otros países que nunca tocarán aquí y rechazando todas las invitaciones a conciertos que te lleguen. En definitiva, no se te ha pasado la tontería, sino que tu altanería ha vencido una vez más.
Me pregunto si hay después del último escalón que he escrito. Mientras tanto, un abrazo a todos, en especial a todos los amigos que conocí en conciertos y a los grupos que hicieron esto posible.



Copyright dos mil trece, tu madre sobre mí se mece | El template lo hicieron unos tal GeckoandFly y luego lo trastocaron los de Blogcrowds.
Como te copies algo agárrate los machos, campeón. y lo diré en inglés: no part of the content or the blog may be reproduced without prior written permission.